mis sueños

Tiempo para mi pasión: negocios que ayudan

Una empresa de ropa da una segunda oportunidad a internos en penales de Lima. Una startup enseña matemática usando tapas de botella y tablets. Estos dos emprendedores comprendieron que un negocio también puede cambiar el mundo.

Vamos a conocer sus inspiradoras historias para contagiarnos y comenzar a dedicar nuestro tiempo a lo que en realidad nos apasiona.

Pietà, por Thomas Jacob

El slogan “Handmade by inmates” —“Hecho a mano por reclusos”— aparece en cada prenda de Pietà, una marca de ropa que busca dar una segunda oportunidad a personas que pasan sus días tras las rejas.

Thomas Jacob, es el corazón tras esta empresa, creada por un francés de treinta años nacido en la pequeña comuna Locoal-Mendon (Bretaña). Él llegó al Perú mientras trabajaba como diseñador en la firma Chanel; y que haya terminado al mando de una línea de ropa fabricada por presidiarios fue cosa del azar.

Recuerda que, en 2012, una amiga lo llevó a ver una obra teatral en el penal Castro Castro, donde ella enseñaba francés. Se encontró con un espacio que ya contaba con máquinas de coser y de estampar, y con un grupo de personas que no tenía cómo ganarse la vida. Se preguntó: “¿Por qué no darles una mano?”.

Enseguida, consiguió la autorización para convertir varios pabellones de la cárcel en espacios de trabajo, compró materiales y encargó algunos diseños a los internos. Un año después lanzaron su primera colección.

Cuando Jacob tuvo que decidir entre su trabajo en la firma Chanel o continuar con su proyecto, eligió lo segundo, ir tras lo que verdaderamente lo apasiona. Hoy, cinco años después, el centro de operaciones de la marca es el penal de Lurigancho.

¿Cómo trabajan? El corte y la costura de los materiales (algodón pima, cuero, lana de oveja y de baby alpaca) se realiza en los pabellones 12A y 19A; y en el pabellón 15 se hacen estampados, planchados, embolsados y control de calidad.

¿Dónde se venden? A la semana se confeccionan alrededor de trescientas prendas, entre camisetas, chaquetas, pantalones, billeteras, carteras, bolsos y zapatos. Estas se venden en tiendas por departamento en Lima y Cusco, en Estados Unidos (Miami y Los Ángeles) y en Europa (París y Berlín), o por encargo a través de su página web.

Los reclusos, por su lado, se llevan una parte de las ganancias. Además, la experiencia les puede servir para trabajar en el rubro una vez fuera de la cárcel. Jacob nos cuenta que el nombre Pietà se inspiró en la escena bíblica de la piedad, aquella que muestra a la Virgen María contemplando la muerte de su hijo, mientras lo sostiene en brazos. Según él, eso es lo que encuentra en las cárceles: “Ellos no lloran ni se desesperan. Solo aceptan su sentencia. Me parece que de eso se trata la vida: de aceptar la situación en la que estás y salir adelante”.

El proyecto acaba de inaugurar su primera pop?up store en Lima, en el Jockey Plaza. También puedes encargar sus prendas de manera online a través de la página web: www.projectpieta.com

Tullpi, por Adolfo Valdivieso

En quechua, el nombre de esta startup significa “color”. Se escogió por una sencilla asociación: sus fundadores querían añadirle color al proceso de aprendizaje.

Tullpi ha desarrollado aplicaciones educativas —tres, actualmente —para niños de entre cuatro y nueve años, diseñadas para enseñar desde matemática hasta dibujo.

“Por experiencia, sabíamos lo fácil, que estas habilidades se pueden desarrollar a través del uso de material didáctico”, comenta Adolfo Valdivieso, cofundador y gerente general de la empresa. Por este proyecto, este ingeniero físico de la UNI acaba de ser incluido en la lista del Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Innovadores Menores de 35 del año 2016.

Tullpi está disponible para iPad 2 —o modelos superiores— y para algunas tablets, como la Samsung Galaxy Tab A y E. Sin embargo, la pantalla solo es un medio para mantener la atención de los niños; el aprendizaje real ocurre en el mundo físico. La plataforma se vale de elementos sencillos (como chapas de botellas y cartones) para involucrarlos en juegos que desarrollan conceptos escolares.

Actualmente, más de mil personas utilizan la aplicación en países como Chile, México, Brasil y Estados Unidos. En el Perú, Tullpi se ha implementado en siete centros educativos de Lima y se espera que pronto ocurra lo mismo en cadenas de colegios extranjeros.

Además, siguiendo con la línea social del negocio, por cada kit de Tullpi vendido, otro es implementado en una escuela pública de una zona vulnerable.

“La tecnología nos da oportunidades gigantes en este rubro, porque convierte en divertidas las cosas aburridas —dice Valdivieso—. Solo es necesario combinarla con nuestra tendencia natural a crear y experimentar”.

La mejor manera de colaborar con el proyecto Tullpi es comprando y recomendando su kit de aplicaciones. Ordénalo desde su página web: www.tullpi.com